La brisa convierte el río
en una cota de malla,
mejor cota no se halla
como la congele el frío.
Según la leyenda, Al Mutamid era aficionado a dar largos paseos al ocaso por la orilla del río Guadalquivir, le gustaba caminar despacio y en ocasiones improvisaba versos.
Ese día le había llamado la atención el bello efecto de la luz sobre el agua del río que parecía una cota de malla trenzada con hilos de oro.
Lanzó dos versos al aire... y para su sorpresa oyó como una mujer los completaba.
Se trataba de Itimad, a la que llamaban la Romayquía, quien tenía una gran sensibilidad y a la que le gustaba componer poemas. Era natural de Triana, esclava del alfarero Romaicq, trabajaba haciendo ladrillos y tejas en el horno del mercader.
Ese fue el momento en el que surgió su historia de amor... una pasión oculta tras los muros del Alcázar donde vivieron hasta ser expulsados por los Almorávides.
La obra de León-François Comerre, pintor del Romanticismo, siglo XIX, titulada "una belleza oriental" me ha recordado la personalidad de la mujer que se convirtió en reina de Sevilla por un tiempo.